Al llegar con el barco la primera vista fue espectacular, costa a ambos lados, agua turquesa y sus palmeras alineadas como si fuera un cuadro. Al bajar de este empezamos a caminar con algún que otro triciclo ofreciéndose a llevarnos. Preferíamos conocer la isla a la aventura. La mayoría de los hostales están a 1 km desde el puerto. La gente de la isla es increíble, siempre educados saludando y dando los buenos días.
Nuestra segunda casa
El primer día cuando estuvimos por la playa, buscamos un sitio local para comer. Dimos en el clavo, una familia que cocinaban de todo, hasta estofado! Allí nos iban a cuidar hasta el último momento que hasta nos hicieron rollitos para llevarnos el día que dejábamos la isla.
La isla, en especial Santa Fe, donde estuvimos la mayoría del tiempo, te hace sentir uno mas, como si fueras de allí de toda la vida. Veníamos del caos de Manila y Bantayan es totalmente lo opuesto. Paz,tranquilidad y alegría. Esta nos marcó de manera especial con sus calles, sus playas y su gente.
En moto recorriendo la isla
Para ir a ver la isla nos pillamos una moto. Esta tenia guardada alguna sorpresa para nosotros. La carretera allí no es que sea un asfalto nuevo y tiene algún que otro bache que nosotros topamos con el. Tuvimos que echar a andar sin tener ni idea donde,ni cuando íbamos encontrar un mecánico que nos arreglara la moto.En el fondo, tuvimos muchísima suerte. Justo al encontrarlo, empezó una tormenta que duro mas de media hora.
Encontramos un hostel en medio de la calle principal. A solo dos minutos estaba la playa. Es increíble la sensación de estar en un lugar semejante y que no haya apenas gente, tener el paraíso para nosotros solos.
Por las tardes aparecían los niños, su único propósito, jugar a lo que fuera. En la maleta siempre llevamos un pequeño balón de fútbol. Después de tres días regalándonos sonrisas, nuestra moneda de cambio fue ese balón, que recibieron como el mejor regalo del mundo.
Abandonamos la isla con un poco de pena ya que los días pasaron muy rápido y nos encantó todo de Bantayan. Ha sido una isla que nos ha marcado y sabemos que algún día volveremos a disfrutar de su gente, de sus playas y de esa comida tan rica que nos ponían mañana, tarde y noche .
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